domingo, 17 de agosto de 2014

Sobre las Necesidades Educativas Especiales (NEE)

Echeita, G. & Galán, M. (2011). La atención a los alumnos y alumnas con necesidades educativas especiales. En Martín, E. & Mauri, T. (Coord.), Orientación Educativa. Atención a la diversidad y educación inclusiva (107-126). Barcelona: Graó.
Por Carmen Paz Soto

Síntesis del texto:

El texto busca abordar históricamente el concepto de necesidades educativas especiales (n.e.e.), el cual se refería a un atributo común de un grupo muy diverso y amplio de alumnos, los cuales presentaban principalmente discapacidades (cognitivas, motrices, sensoriales, etc.), trastornos graves de conducta y dificultades de aprendizaje. Es importante conocer las implicancias que este concepto ha tenido para la puesta en práctica de una perspectiva inclusiva de atención a la diversidad en las escuelas a lo largo del tiempo.

A comienzos de siglo XX, los alumnos que eran categorizados con n.e.e., se les consideraba personas con déficits, incurables o no educables.  Posteriormente se aceptó que todas las personas podían aprender, gracias a una posición ambientalista que permitió el crecimiento de escuelas de educación especial y su especialización según los déficits particulares de los alumnos. Esta postura, aunque avanza en términos de educabilidad y destaca la importancia del entorno, termina por resaltar que las dificultades son determinadas por trastornos endógenos particulares, que los sujetos son pasivos respecto a su condición y que por lo tanto, serían sólo parcialmente modificables por su entorno, perpetuando así su discriminación y aislamiento.

Durante los años 70’ comienza a cambiar la perspectiva con respecto a las personas con discapacidad y sobre educación especial, gracias al Informe Warnock (Reino Unido, 1978) en que deja de verse a quienes tienen dificultades como sujetos pasivos y se entienden como ciudadanos con derechos como cualquier otro, proponiendo un compromiso educativo para otorgar ayudas especiales a todos los alumnos, mejorar sus posibilidades de aprendizaje, contribuyendo con esto a un cambio de comprensión de discapacidad en el ámbito educativo.

Otro referente para los cambios que se estaban gestando, corresponde al trabajo de la Conferencia de la UNESCO en Salamanca (1994), donde se propone una visión interactiva, contextual y más amplia del concepto de n.e.e. ampliándolo a alumnos vulnerables o cualquiera que en algún momento de su vida escolar precisara de ayudas educativas singulares en los procesos de enseñanza, enfatizando la inclusión como meta y eje de las políticas educativas para poner en marcha reformas educativas globales.

Este enfoque permitió dar a entender que el desarrollo evolutivo es el producto de una serie de interacciones entre el sujeto y su ambiente social y físico, lo que implica poner en marcha planes de intervención y acción educativa orientada hacia el cambio de currículo y la organización escolar. Dejando atrás el uso de etiquetas negativas, peyorativas y poco útiles para la intervención educativa, extendiendo el concepto de n.e.e. no sólo aquellos con discapacidades sino que a cualquiera que precisara ayudas educativas. Sin embargo, en la práctica el foco sigue manteniéndose en un determinado grupo de alumnos que son más proclives a la exclusión, al fracaso y la marginación educativa.

Por lo anterior, seguir utilizando el concepto de n.e.e. provoca una división entre normales/anormales que no permite un análisis crítico sobre inclusión educativa. Perpetúa la discriminación y una perspectiva esencialista, estática e individual del desarrollo y el aprendizaje, sin poner el foco en las barreras políticas y del contexto sociocultural para la presencia, aprendizaje y participación de todo el alumnado en el ámbito educativo.

Finalmente, se destaca la importancia de poner en práctica la colaboración constante y conjunta entre profesores, tutores, familiares, y orientadores para que los procesos de asesoramiento y la intervención educativa contribuyan a modificar de modo positivo las condiciones en las que se trabaja en las escuelas. Todos los involucrados en el ámbito educativo (profesores, orientadores, familias, etc) deben apuntar a la construcción de un compromiso compartido para el aprendizaje de todos los estudiantes y para realizar las adaptaciones requeridas de la mejor manera posible. Para optimizar el trabajo inclusivo existe un instrumento llamado Index for Inclusion, que permite a los centros educacionales autoevaluar sus facilitadores y barreras educativas como también aportar orientaciones para mejorar sus prácticas.

Comentario personal:

El sistema educativo debería incorporar una perspectiva de inclusión en la práctica de todos sus miembros, que apueste por una transformación global de la escuela, dejando atrás la postura segregadora y excluyente de la integración, que se ha enfocado (y muchas veces lo sigue haciendo) en la dificultades o necesidades educativas especiales de los niños, distinguiendo notoriamente entre alumnos “normales” y “especiales”, dando principalmente respuestas técnicas a problemas sociales. Se debería poner el foco en el contexto y las barreras que muchas veces este mismo impone para que todos los estudiantes aprendan, participen y se desarrollen en el contexto educativo.

Sería relevante cuestionar y reflexionar en torno a los diversos conceptos que se utilizan en el ámbito educativo como normalidad-anormalidad, integración, necesidades educativas especiales, capacidades diferentes, entre otros, y comenzar a hablar de temas como la inclusión, la marginación, la estigmatización que conllevan y afectan los procesos educativos y de aprendizaje de muchos alumnos hoy en día.

Citas textuales:


“Sin duda alguna este enfoque (n.e.e.) protegió y procuró cierto aprendizaje a algunos niños y jóvenes con discapacidad, pero también legalizó su aislamiento, invisibilidad y discriminación” (Galán y Echeita, 2011,  pp. 2)

“El continuo uso del término necesidades especiales sigue haciéndonos asumir la división entre aprendices normales y menos que normales lo que, a la larga, inhibe el desarrollo de un análisis crítico sobre la inclusión educativa” (Ballard, 1999, en Echeita & Galán, 2011, pp. 10).

“La cultura de separar la educación especial de la ordinaria continuará mientras el término especial forme parte del vocabulario de la educación.” (Ballard, 1995, en Galán y Echeita, 2011, pp.10)

“Seguir hablando de alumnos con n.e.e. (…) desvía la atención de los procesos de opresión y discriminación que experimentan algunos alumnos o alumnas, refuerza una perspectiva esencialista, estática e individual (no sociocultural) respecto a los procesos de desarrollo y aprendizaje y tiende a sobreenfatizar los aspectos individuales y a sacar del foco de la atención aquellas políticas, valores y procesos educativos de baja calidad que, al interactuar negativamente con tales características y circunstancias individuales, son los que, en gran medida, mantienen la desventaja y la exclusión que muchos alumnos y alumnas sufren” (Bartón, 2009; Ainscow & Booth, 2002, en Echeita & Galán, 2011, pp. 11).

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